El pasado 11 de febrero tuvimos el privilegio de formar parte del público de una obra representada por los usuarios y usuarias del Centro de Día de la Asociación Valenciana Casa Caridad.
La obra se divide en varios actos, a través de los cuales pretenden sumergirnos en la "problemática" que padecen actualmente y crear en nosotros una mirada crítica y realista que nos permita actuar como buenos y buenas profesionales.
En la primera parte nos enseñan como nos ven a la gente "normalizada" aquellos que viven en la calle. Resulta curioso que todos y cada uno de nosotros nos podemos identificar con alguno de los personajes, todos hemos sido alguna vez hombres y mujeres "de medalla", creyéndonos que la solución estaba en dar una limosna o comprar una barra de pan, hemos sido "correcaminos" al temer la presencia de aquel o aquella con mala pinta y por supuesto hemos sido "ciegos/as" al dejarnos puesta la venda que no nos deja ver más allá de nuestras preocupaciones, esquivando su presencia y normalizando su situación.
Hay algo que podemos destacar y que deberíamos interiorizar todos y todas, citando textualmente al actor:
"La invisibilidad me condena a la inexistencia"
Paremos esto, hay que acercarse, dejarles formar parte y hacer que todos y cada uno de ellos y ellas vuelvan a sentir que forman parte de algo, una comunidad.
La segunda parte de la obra nos muestra una escena muy corriente hoy en día, la "acción caritativa" de aquellos que tienen más de lo que deberían. Escenifican la noche de "invita un pobre a cenar", donde la mujer de clase alta espera recibir a una persona en pésimas condiciones y hambrienta, pero, para su sorpresa recibe una persona correctamente vestida, aseada y que incluso, "viene con poca hambre". Ante esto, la mujer de clase alta se muestra indignada porque considera que cada uno debería de retratar su condición con el fin de que todos podamos identificarnos. Otro error más del ser humano y que la propia actriz nos quiso explicar como experiencia propia. El hecho de no tener o de necesitar no tiene que implicar dejar de quererse, de cuidarse y de incluso tener esperanza en mejorar su situación, para lo que hay que reflejar una actitud optimista tanto emocional como físicamente.
La última escena estuvo representada por gran parte del elenco de actores y actrices, en ella aparecieron con mascaras aquellos que interpretaban a la clase alta y en cambio, los "homeless" aparecen tal y como son. Reivindicando que no merece la pena vivir bajo un disfraz, es imprescindible mostrarnos tal y como somos para demostrar que todos somos iguales ante la ley.
En conclusión, fue una dosis de realidad para impulsarnos a trabajar en un futuro como profesionales del trabajo social con ilusión y las ideas claras, apostando por el progreso de todos y cada uno de los colectivos más desfavorecidos e invisibilizados de nuestra sociedad.
Luchemos por un futuro sin clases, donde todos disfrutemos del hogar y de la calle con igualdad.
Laura Valero García
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